La mañana empezó a las 4:00, es la hora a la que mi hijo me llamó. Me dio la oportunidad de darme cuenta de que todavía me quedaban 3 horas de sueño, con lo que me volví a dormir, pensando en la suerte que tenía, para darme cuenta acto seguido que ya pasaba más de un cuarto de hora de la hora de levantarme.
Ahora tendría que correr si quería llegar al autobús: ducharme, desayunar, vestirme, lavarme los dientes... Salgo a la calle.
-¡Adios!- La vecina que siempre saca al perro.
Llego al autobús, me subo, me reclino en un sillón. Llega el autobús, me bajo, entro en el hospital.
Leo el Hola durante unas horas y vuelta,
En casa los niños, que si comen que si no, que si haced lo que queráis, que ya comen...
Que si se lavan los dientes, que si no, que si haced lo queráis, que ya se los lavan...
Se han ido al cole, ya podemos comer (las 15:45). No hay nada como relajarse después, pero hay que hacerlo rápido, ya que hay que buscar a los niños. Merienda, música, deberes, baño, cena, leer con ellos, dormirse, cenar, leer sólo, ver la tele, ¡la 1:00!. Quedan sólo 6 horas, 5 si hay suerte y no se despiertan demasiado.
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